El Lemming poeta y la guadaña
del que ayer era sin duda su camino,
porque el hombre abrió un espacio para autos y
ahora despeñarse guadañaba implacable los destinos...
Al contrario de lo contado en fábulas apócrifas, ningún lemming se suicida y menos en masa, pero sí es cierto que mueren por miles cuando se interpone una grieta, un mar O acantilado, sea natural O artificial, que provoque caída O ahogamiento, y dicho accidente se halle en mitad del camino que los lemmings siguen por instinto en sus migraciones en busca de goce O alimento.
En la familia de los lemming, las cosas habían cambiado mucho en los últimos años, hoy los roedores se dedicaban a tener sus pieles brillantes y lustrosas, a la buena vida, royendo lo que caía entre sus afilados dientes y aprovechar, cuando el tiempo escandinavo lo permitía, para realizar grandes migraciones de fin de semana, que les comportaban nuevos musgos donde reposar sus pieles, por un par de días.
También, ese peregrinar dominguero les aseguraba muerte, por lo difícil del camino y lo arriesgado del sorteo de lo inevitable; pero ningún lemming se molestaba en cambiar su destino en lo evitable y asumían con pasmosa serenidad la tragedia, que ya formaba parte de su identidad.
Esta era una semana especial, donde migraban decenas de miles de individuos, "puente del día del trabajo" lo llamaban así los humanos, aunque aprovechaban para no ir a trabajar.
Pocos eran los Lemmus poetas que aún quedaban manteniendo profesión y tradición; porque tantos carteles publicitarios (de los hombres) en el campo había, que permitieron al lemming vulgar (Lemmus lemmus) cultivarse en la lectura, casi sin pensarlo, con mensajes humanos eficazmente directos, llegando a calificar tras este aprendizaje tan completo, al poeta lemming de ignorante anacrónico e indirecto.
- ¿Para qué sirve la poesía?, repetían sus congéneres, a los asediados roedores de la rima.
- ¡Poeta vago, inútil, rimbombante!, les insultaban duramente.
- ¡Atento al zorro, que te comerá el morro si te escondes en la babia, poetazuelo!, les avisaban con desprecio.
- ¡Empieza a usar la palabra con solvencia y ganas!, les increpaban llamándoles a la productividad.
- ¡Compre hoy y pague mañana, ahorre metáforas y evite filigranas!, les recomendaban sarcásticamente, conociendo su pobreza.
Tan fuerte era el vilipendio, que solo algunos Lemming poetas, habían resistido la presión social y se habían mantenido fieles a sus principios, porque la exclusión nos aboca a la miseria y el hambre, que son enemigos de los valores. Así que los escritores más prácticos habían seguido las palabras premonitorias del hermano Groucho, "Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros."
Pero este puente de Mayo, uno de los pocos lemming poeta de nuestra fábula, decidió gozar los días de fiesta más floridos y buscar en la primavera, frescos estambres que fecundasen su inspiración.
Los escritores lemmus, eran además individuos, por serlo o por quererlo, de extrañas costumbres nada lemming y paseaban en solitudines y olvidos. Así que acompañado por pasajeras musas, había llegado en ese trance de soledad al final del cortado camino, allí donde el resto del grupo arribaría velozmente en pocos minutos, luciendo estos, bellas y tunneadas pieles.
Observó impotente, el poeta, que aquel instinto que les guiaba, sería muerte para todos y cada uno de los lemmings, si no frenaban e intentaban otro sino.
Calculó que disponía de solo 30 minutos, antes que la masa de roedores alcanzase su posición, y si no se le ocurría como enviar un mensaje de STOP a unos 30.000 lemmings, estarían todos perdidos incluso él.
Pero... ¿cómo era posible avisar a una ruidosa y gigantesca nube de polvo a 30 km por hora?, ¿cómo convencer a un conglomerado de balas instintivas, para que se dejasen frenar por la lógica y la evidencia, aconsejada por un descastado poeta?.
Lo pensó unos segundos y acercándose al borde del precipicio, se fijó en la bella puesta de sol que el nuevo acantilado artificial le ofrecía, percibiendo al tiempo, el retumbar del avance lemming bajo sus patas.
Con un trozo de corteza apropiada para marcar con sus dientes los versos del poema, había decidido ser el primero en caer cuando el empuje de su especie llegase donde se encontraba, y dejar sus últimos versos como prueba dedicatoria de su inspiración póstuma y destino inevitable, ya que si no era capaz de salvar a sus hermanos, no se consideraba digno de sobrevivirlos, a pesar del trato que le habían dispensado como poeta.
Empezó raudo en la escritura de un soneto, al paso que cada composición versicular le restaba un minuto de vida.
Mi mayor deseo, el desear morirme
si al final, hubiese llegado la traidora;
pues sé que la muerte no demora en ver la hora
mas si vencido, no pretendo resistirme.
Y no creáis que acaso la invoco para irme,
como si mi suerte, ya fuese perdedora,
pero sé, que juega con carta ganadora
y si me lleva, no sea sin despedirme.
Podía sentir la marcha incesante de miles y miles de lemmings a su espalda, mientras el polvo entrecortaba su respiración, pero él seguía concentrado en su escrito, sin girar la cabeza, resumiendo ahora libremente su vida y la escasa sabiduría acumulada, antes de continuar con el final de los tridecasílabos de los tercetos que faltaban.
He llorado feliz, reído triste,
he vivido haciendo lo que quise,
he visto tanta bella y variada cosa
y he gozado cuando gozar yo quise.
También alcancé a confirmar algo intuido:
Que la justicia es solo macho
Que la libertad es jaula
Que el hablar es fácil
Que el repetir es triste
Que la verdad es falsa
Y que la realidad no existe.
He amado, pero sin conclusión acabo,
porque el amar para mí, fue duna;
y con el viento de la vida...
donde en montaña alta de arena, un día me deleitaste...
en playa lacrimosa con pisadas, sin querer me convertiste.
Ensimismado pensando en el amor, recordó que le quedaban 6 minutos para acabar su soneto y que le sería muy difícil bajo el ruido ensordecedor de los primeros miles de lemming en el pelotón de cabeza, pero haciendo un gran esfuerzo final, anuló el ruido y vació sus sentidos de la hecatombe exterior, para seguir en sus trece y componer su fin con el catorce.
Cultivé cariño en verso, amé yo al mundo;
lo material, allí donde me voy, es broma,
inútil cargar a ese trance peso inerte
como iluso, frenar destino en un segundo
con gritos al que sin oírnos se desploma
cuando su fatal vida empuja hacia la muerte.
The End
J. de la Vega Z+-----
Mari Boine Persen, es bien conocida por la integración de otros ritmos (jazz, rock...) al Yoik (estilo nativo de la canción saami). Nacida en 1956 Boine, creció viviendo la discriminación a su pueblo, y eso la impulsó a la recuperación de la cultura y música denostadas por la sociedad noruega en su juventud; convirtiéndose en abanderada de la causa Saami, sin renunciar a la más bella fusión artística. Para conocer más ir a su página oficial.
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