De Ouro y sus 122 quilates

Al Señor Zorro le buscan los caminos, y en estos días decidí dejar que me encontrase uno, pues al pasar por ZaragoZa, donde abundan además de triples aes, las Zetas, y los en-ebros, pensé partir hacia la mar y buscar en una de las Espanhas más amables, allá por Portugal, lugar y reposo donde recordar hazañas.

Y sin más querer, me vino a encontrar la 122 nacional oeste. Digo, que las casuales cosas son como en mi caso más, de menos a ingeniosas.
Y pretendí seguir fiel al camino, encontrado en un giro, que tan casto a mi paso me animaba, siguiendo en lo posible que avanzaba, el original trazado numantino.
Y a cada kilómetro de los 555 que de Espanha me esperaban, descubrí el Duero, como se descubre el vino: bebiéndolo en sus botas.
Y también se abrían a mi mirar y agrado, los espacios sorianos, burgaleses, vallisoletanos, zamoranos, como paisaje y horizonte, apenas oteado, pero cargado de grabados y palabras, pues son campos de hombres que bebieron sus tierras y labraron sus aguas, y al caso, me parece que entendió Gerardo Diego entre sus versos, cuando escribía:

"...Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua..."

Desde una invisible frontera que en nada nos separa, y sumergido en terras douradas portuguesas, a la búsqueda de más pasión apenas despeñada entre riscos y arribes, me empeñé en el camino N222 y el N108, por 333 kilómetros en lusitana tierra, revolcándome en las faldas que a su cauce descendían sin decoro, para bañarse y besar al exuberante Douro.

Y de tan bello mareo de colinas y vides que pensé no regresar y morir de amor O porto y macerar mi madurez entre carvalhos, en soñar absorto.

Rodeado de conventos, juníperos, Quintas y de uva, de comer sabroso e falar sem freio; recordaba que allí por California, de igual modo y por primera vez, hace muchos años, antes de embozar mi Zorro, (aunque en viajera hazaña), me buscó un 'Camino Real' y sus 21 misiones y en cada una de aquellas que erigió el mallorquín Junípero Serra, en iguales años que en el Alto Douro Vinhateiro, se regulaba el 'vinho o porto'. El hombre en saco franciscano, buscaba el mejor lugar, para evocar campiña con campanarios de piedra, plantar olivos y vides en los mejores campos, que se parecían sin duda a otros, como esos bendecidos por el Douro. Así se hacían los Caminos reales y verdadeiros, contemplando en el avanzar, la increíble belleza de la tierra, porque el sabio, siempre elige el mejor trazado, para en él trazarlo.

En eso meditaba, mientras a media noche del iniciado Domingo de Pascua, reposado en un convento, convertido en castillo de historia y de espadas de mi tiempo, escuchaba los repiques insomnes de campana y fuegos de artificio, anunciando, no recuerdo bien lo que anunciaban; pero sí, que al brillo de la ardiente pólvora, resucitaba en la ventana benedictina las aguas silentes del calmado Duero allí en el fondo. E igual de calmo me dormí feliz cuando amainaron.

Al llegar donde el río se ensancha gigante para buscar América, y enfrentado al Atlántico, olhe o mar y pensé en tierra de Campos, antes de virar a meu començo ou comenzar mi vuelta.

J. de la Vega, Z+-----

Nota Fotos: Todas fueron tomadas por el mismo que habla.

Nota Música: Tema de Amancio Prada 'Oporto, Sir?', de su albúm "Escrito está", letra del poema de Antonio Pereira y unos versos de Joaquim Namorado. Sugerido por Gelu, leer comentarios.