Crónica Africana XIV Sep-Dic 2004 (Vivire Safari y Bibire o sobrevive) Parte 3
←Continuación de la Parte 2
En la siguiente aldea encontré poco más de ocho casas, construidas como casi todas las vistas en Tanzania, de ladrillo rojo bantú, es decir, casas de muros rectangulares fabricadas con un bloque macizo, a medio cocer por el fuego, que ha sido modelado con barro adobado; la técnica es usada por los pueblos bantús en toda África, por eso el nombre, para el tejado allí donde estaba perdido, se usaban cañas para cubrir, aunque en el resto del país mejor comunicado eran planchas de metal de zinc, la mayoría.
Pues salí del vehículo a estirar nuevamente las piernas adormecidas, y esta vez observé que lo único que descargaban en el lugar, eran dos cajas de «Safari», marca Tanzana, de una cerveza rubia muy apreciada.
Los niños se acercaron para comprobar cómo era el «Muzungu» (o sea yo), para muchos chiquillos y adultos el estar al lado de un blanco, no deja de ser un hecho exótico y raro, cada uno de ellos, niños y niñas, estaba más sucio que el anterior, sus madres desde la puerta de sus casas, batían el largo palo sobre el mortero gigante lleno de grano (imagino), y otras encendían el fuego para empezar la larga cocción de la tarde. Los chicos más jóvenes ayudaron a transportar las cajas de cerveza y los hombres adultos vinieron a charlar con el chófer.
Nada en ese grupo de casas, ni en sus moradores me hacía pensar en lujos, ni en comodidades escondidas, todo lo contrario, las señales eran de descarnada miseria, que no tapaban, ni el cabello quebradizo de los niños, ni los pies hinchados de mujeres, ni la piel agrietada y mortecina de los hombres. El polvo se comía todo lo que tocaba.
Los niños, como es temporada de mangos, mordían algunos frutos maduros a pleno diente y el jugo anaranjado les corría pegajoso por la barbilla. Me trajeron un cubo repleto de manguitos como su puño, que me vendieron sin esfuerzo y les pagué tan barato porque seguro que nunca habían vendido tan caro[1].
Los hombres se llevaron sus cajas de cervezas al interior de una casa y fue entonces cuando pensé en el dicho romano con el que empezaba mi crónica.
Donde las gentes viven con menos de la mitad de un dólar al día, y lo único que se compraba de nuestro cargamento polvoriento era cerveza de casi un dólar la unidad, bien se podría aplicar la versión menos fonética de la broma romana: «felices los hombres pobres, para quienes vivir es beber».
Tácito, no habría generalizado por lo observado, como lo hago yo; quizás... esas dos cajas descargadas, eran para vender¿?, o es posible que sean las únicas compradas en todo el año y consumidas en fiestas¿?, a lo mejor eran un regalo¿?... Sería muy simple, el generalizar por un hecho aislado visto en una parada circunstancial...
Pensar que me encontraba en un pueblo de hispanos borrachines, sería menos acertado que la broma romana, ya que tan solo en una noche de tapeo entre un grupo de amigos españoles, ese par de cajas podría ser vaciada sin esfuerzo alcohólico; es inútil la similitud, ya que en la aldea no hay dinero para nuestros excesos, por lo que sólo se podrían comparar en dicha broma latina con los «hispani», cuando hablan en swahili, puesto que, en su lengua nacional (y en la local) existe el fonema «b» de "bibire", pero no la «v» de "vivire".
Escrito por el autor de J. de la Vega Z+---- (2004)←Continuación de la Parte 2
En la siguiente aldea encontré poco más de ocho casas, construidas como casi todas las vistas en Tanzania, de ladrillo rojo bantú, es decir, casas de muros rectangulares fabricadas con un bloque macizo, a medio cocer por el fuego, que ha sido modelado con barro adobado; la técnica es usada por los pueblos bantús en toda África, por eso el nombre, para el tejado allí donde estaba perdido, se usaban cañas para cubrir, aunque en el resto del país mejor comunicado eran planchas de metal de zinc, la mayoría.
Pues salí del vehículo a estirar nuevamente las piernas adormecidas, y esta vez observé que lo único que descargaban en el lugar, eran dos cajas de «Safari», marca Tanzana, de una cerveza rubia muy apreciada.
Los niños se acercaron para comprobar cómo era el «Muzungu» (o sea yo), para muchos chiquillos y adultos el estar al lado de un blanco, no deja de ser un hecho exótico y raro, cada uno de ellos, niños y niñas, estaba más sucio que el anterior, sus madres desde la puerta de sus casas, batían el largo palo sobre el mortero gigante lleno de grano (imagino), y otras encendían el fuego para empezar la larga cocción de la tarde. Los chicos más jóvenes ayudaron a transportar las cajas de cerveza y los hombres adultos vinieron a charlar con el chófer.
Nada en ese grupo de casas, ni en sus moradores me hacía pensar en lujos, ni en comodidades escondidas, todo lo contrario, las señales eran de descarnada miseria, que no tapaban, ni el cabello quebradizo de los niños, ni los pies hinchados de mujeres, ni la piel agrietada y mortecina de los hombres. El polvo se comía todo lo que tocaba.
Los niños, como es temporada de mangos, mordían algunos frutos maduros a pleno diente y el jugo anaranjado les corría pegajoso por la barbilla. Me trajeron un cubo repleto de manguitos como su puño, que me vendieron sin esfuerzo y les pagué tan barato porque seguro que nunca habían vendido tan caro[1].
Los hombres se llevaron sus cajas de cervezas al interior de una casa y fue entonces cuando pensé en el dicho romano con el que empezaba mi crónica.
Donde las gentes viven con menos de la mitad de un dólar al día, y lo único que se compraba de nuestro cargamento polvoriento era cerveza de casi un dólar la unidad, bien se podría aplicar la versión menos fonética de la broma romana: «felices los hombres pobres, para quienes vivir es beber».
Tácito, no habría generalizado por lo observado, como lo hago yo; quizás... esas dos cajas descargadas, eran para vender¿?, o es posible que sean las únicas compradas en todo el año y consumidas en fiestas¿?, a lo mejor eran un regalo¿?... Sería muy simple, el generalizar por un hecho aislado visto en una parada circunstancial...
Pensar que me encontraba en un pueblo de hispanos borrachines, sería menos acertado que la broma romana, ya que tan solo en una noche de tapeo entre un grupo de amigos españoles, ese par de cajas podría ser vaciada sin esfuerzo alcohólico; es inútil la similitud, ya que en la aldea no hay dinero para nuestros excesos, por lo que sólo se podrían comparar en dicha broma latina con los «hispani», cuando hablan en swahili, puesto que, en su lengua nacional (y en la local) existe el fonema «b» de "bibire", pero no la «v» de "vivire".
[1] Lo rogado siempre es caro.
A blanca el huevo, mas ¿dó el dinero?
2 esgrimieron la palabra +-----:
Sr. de la Vega, para asistir a la entrega de dos cajas de cerveza, me hizo viajar desde la inocencia del bebé que juega con los pechos de su madre pasando por la angustiosa locura de una adolescente. La locura siempre me ha inquietado. Creo que tiene que ser una linea muy fina la que la separa de la cordura y que llevados al límite puede ser fácilmente atravesada Siempre me he preguntado si puede distinguirse cuando se roza o si por el contrario, de repente el hilo que nos sujeta a la razón se rompe y nos encontramos en ella.
Tiene razón, pertenecemos a un pais en el que no hay pena ni gloria que no se acompañe con cualquier cosa que tenga grados. Yo, que hace algún tiempo que abandoné la época del botellón, nunca hago ascos a una buena ruta de vinos y tapas y pocos planes me parecen tan apetecibles como sentarme en un cojín con buen vino o mejor whisky acompañados de una buena conversacion y todo ello aderezado con abundantes risas y buena música.
En fin, extraordinaria su descripción.
Me alegra encontrarlo en forma.
maría
maría, jajaja, usted es certera como Guillermo Tell y precisa como el mejor de los suizos. ¡Cierto!, cuando regresé a la entonces casa que habitaba en Mozambique, el hilo eléctrico que empujó tejiendo toda la crónica, fue "aquella descarga de cervezas Safari", que me había golpeado en mis adentros y sobre la cual intentaba entender o justificar, para saber en que continente me encontraba, como si de un rompecabezas se tratase. Luego en años posteriores en África, aprendí muchas lecciones que pusieron cada órgano en su sitio.
Sucede, que si en aquella parada se me hubiese pedido una lista de dos mil "necesidades", de lo que yo "señor muzungu" les consideraba necesitados de comprar con un puñado de dólares, jamás hubiese aparecido la "cerveza" y fíjese que fue lo único adquirido por ellos.
Hoy sé, que el puzzle no se resuelve desde la mirada de muzungu... porque, si a cualquier tanzano del tanganika, de la etnia Rungo, se le trajese a "España" por ejemplo, y se le dijese que trabajaremos durante 20 ó hasta 50 años, para comprar un minúsculo espacio encerrado entre "ladrillos rojos bantú", ni siquiera en casas con árboles, sino en colmenas, y les explicásemos que el dinero por ese barro encementado, excede en tantos casos el medio millón de dólares USA (al cambio), pensarían de nosotros, que nacimos ya borrachos de estupidez e ignorancia.
Si consideramos que en la zona a fecha de hoy podrán vivir unos 50.000 rungus, con el valor medio de una sola de nuestras casas, podríamos comprar una caja de cervezas "Safari" a cada uno... por ejemplo, o por mal ejemplo.
Sobre la locura, yo la veo como práctica evolutiva, en nuestra especie; dicho de otro modo, las locuras que sirven para el triunfo y la mejora social, son aceptadas y asumidas, reproducidas y alabadas. Aquellas que nos aíslan y nos separan de lo social... son mal vistas, aisladas, reprimidas y finalmente extirpadas por infinitos métodos... los siglos y los gustos, hacen que locuras de un pasado, hoy se estudien como creatividad, y locuras presentes, fuesen melancolía y lutos ensalzados del pasado... pura evolución de nuestra loca especie, somos su resultado, un puñado de locos.
Beber y Vivir, nos construimos día a día, de fluidos y vida molecular, y hasta el más crítico con la riqueza y lo terrenal, de todos nuestros dioses, hizo el milagro de transformar agua en rojo caldo, desde entonces ganó en fieles y beodos seguidores y por supuesto a los hispanos.
¿Qué casualidad, no le parece, que los dioses se adapten como un guante a nuestros gustos?
Por lo demás, disfruto con un rosado de rioja, un rojo manchego, o blanco del penedés, igual que con un maltés de escocia...
Gracias señora y besos, Z+-----
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