"...tengo una alfombra de jornadas y el tiempo hecho pelusa, de tanto enredarse en esa sensación pegajosa de la nada."
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Caverna feisbuk: Halloween ¡buuuuu!

30 Octubre 2013

Imagino (y soy capaz de imaginar mucho), que desde que el ser humano es justamente humano (incluso quizás antes) debió asumir en su conciencia el hecho de la muerte, la muerte de los seres a los que estaba unido emocionalmente, la muerte propia como posibilidad constante o como destino insalvable; la muerte también como umbral desconocido hacia otro estado, otro espacio, otro significado o simplemente la muerte como nada.
Imagino que la muerte, por lo anterior ha sido el motor de todos los delirios humanos, desde la inseguridad personal a la creación de corpus de creencias tan complejos y potentes como las religiones.
La educación cultural, a lo largo de los milenios, ha servido para armarnos de herramientas cognitivas para gestionar el desenlace mortal de toda persona; pero también de rituales y elementos folclóricos que mitigan la angustia que genera su presencia o permiten trivializar su significado hasta el grado de banalizarla o incluso despreciarla cuando se enfrenta marcialmente por ejemplo; pero siempre con el deseo de superarla y engañarla con mil trucos o mil templos, y con ello, ganar la inmortalidad o desearla.

En nuestra cultura occidental, dominada por el cristianismo, su eclecticismo ha sido capaz de absorber todo
rito ajeno de una u otra forma, hasta integrarlo, con ligeras variantes.
“All Hallows' Eve” 'Víspera de Todos los Santos, es una de esas fiestas, superpuestas a otras y cristianizadas.
En mi niñez, la casa se llenaba de lamparitas (mariposas) de aceite, una por cada muerto recordado.
Las linternas en la tradición anglosajona-católica irlandesa, parece que finalmente fueron cubiertas por calabazas huecas en USA, aunque no se sepa con certeza el cómo, ni el porqué.
El fuego fatuo en los bosques celtas, la llama de las almas, la muerte, y los que lidian con la ultratumba, inframundos, y más allá, pasaron a ser personajes invitados en la noche de los muertos: Fantasmas, brujas, monstruos, zombis, vampiros entre otros.
No tengo nada contra ellos, al contrario me gustan, si no fuesen hoy en día un producto dispuesto al consumismo de masas en todo el mundo, con una penetración brutal a través de todos los medios de mass-media que convierten el lidiar con los muertos, en un gasto inevitable si hay niños por medio o fiestas adolescentes o de mayores que buscan excusa para reunirse y maquillarse como en Hollywood.

El tener presente la muerte, es algo que deberían enseñarnos, seriamente.
Antes y no me refiero a hace mucho, apenas medio siglo; la muerte era respetada, así como sus días previos, donde nos ejemplarizaban los mayores, cómo morir en casa y en compañía de quién; después el luto, el recuerdo a los difuntos, ritualmente.
Los tiempos de vela en contacto con el cadáver significaban otra experiencia, de unión entre los vivos (mayores, jóvenes, niños) y el fallecido; que en mi opinión nos permitía relativizar la vida, y sentirla frágil y por ello, paradójicamente tremendamente valiosa, por lo que significa de maravillosa y breve excepción temporal sobre la tierra; pero sobre todo, por lo que significa el que sigamos vivos para los que nos rodean y nos aman, y seguirán viviendo cuando nosotros muramos.

Hoy el tratamiento, pornográfico y hardcore de la muerte en el entretenimiento multimedia, su tratamiento informativo banalizado, la transformación consumista de cada acto simbólico, la transformación del folclore de tumba y ultratumba en una competición por decorados y disfraces; la no-vigilia y frialdad de acabar la vida en hospitales con olor desinfectante, el minimalismo de los actos funerarios, donde el cadáver es tratado a veces como desecho fermentado en cuarentena o material tóxico a incinerar...
Pues todo lo anterior, no creo que esté yendo en la dirección más adecuada, y tanto el fantasear con la muerte o no-muerte a través de sus ficciones caricaturizadas en perpetua infantilización Disney o crepuscular, como su desprecio total, son extremos que hoy veo constantemente y no me ofrecen ninguna confianza de que vayamos por el camino correcto, mucho menos cuando las muertes violentas o trágicas, cada día se cuentan por miles o decenas de miles.

Muy al contrario, creo que genera un tremenda falta de empatía por los muertos y por los vivos que los lloran; porque el desprecio por la muerte, nos hace olvidar que la única seguridad de vivir, es la de estar vivos y que más allá de la muerte, sin considerar creencias, es dejar de Ser. Y solo ser nosotros y que el resto de las personas sigan siendo en las mejores condiciones posibles es lo que nos hace humanos y dignos de una buena muerte y un mejor recuerdo entre los vivos.

Suyo, Z+

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